1169 - Jeremías 52. Evidencias de un auténtico profeta de Dios. Jer 52:12-13

Descansando en Dios - Un pódcast de Francisco Atencio

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1169 – Jer 52:12-13 - Jeremías 52. Evidencias de un auténtico profeta de Dios.Y en el mes quinto, a los diez días del mes, que era el año diecinueve del reinado de Nabucodonosor rey de Babilonia, vino a Jerusalén Nabuzaradán capitán de la guardia, que solía estar delante del rey de Babilonia. Y quemó la casa de Jehová, y la casa del rey, y todas las casas de Jerusalén; y destruyó con fuego todo edificio grande.El capítulo final del libro de Jeremías (Jer 52) es casi idéntico a 2Reyes 24:18–25:30, y fue escrito algún tiempo después de 561 a.C., cuando el rey Joaquín fue liberado de su prisión en Babilonia (Jer 52:31). Gran parte del material es paralelo a la información registrada por Jeremías en Jer 39. Entonces, ¿por qué se añadió este capítulo a las profecías de Jeremías? Muy probablemente, para mostrar que las palabras de juicio de ese profeta contra Jerusalén se habían cumplido, y que sus profecías acerca de la liberación del exilio de Judá estaban a punto de cumplirse. Este capítulo final fue para reivindicar al profeta y animar al remanente que aún permanecía en el cautiverio. Jeremías profetizó la destrucción de Israel y el cautiverio del rey y su pueblo. Un judío con discernimiento se preguntaría: “¿Y qué del pacto davídico? ¿Qué se puede esperar ahora?” Sin duda, estas preguntas inquietaban a los que conocían las promesas del Antiguo Testamento. Jeremías las contesta a través de su libro, pero en el último capítulo nos da un indicio especial. A través de este relato podemos comprender el plan de Dios para Israel y cómo es que se relaciona con los sucesos políticos modernos. Al concluir su profecía, incluyó un apéndice histórico que demuestra la fidelidad divina y que el Señor siempre cumple sus promesas al pie de la letra. “Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero;” (Is 46:9-10).I. Destino de Jerusalén (Jer 52:1-23). La evidencia con la historia del último rey de Judá, Sedequías, se resume nuevamente profetizada en Jer 39:1-7. A los 2.5 años (30 meses) de estar sitiada Jerusalén, el hambre se hizo tan severa en la ciudad, que sus habitantes se quedaron sin comida. Luego Jeremías escribió: “Las manos de mujeres piadosas cocieron a sus hijos; sus propios hijos les sirvieron de comida en el día del quebrantamiento de la hija de mi pueblo.” (Lm 4:10). Había terminado toda resistencia y ese día, Babilonia abrió una brecha en el muro de la ciudad. Sedequías, su familia, nobles y los hombres de guerra trataron de huir, pero fueron capturados como había predicho Jeremías (Jer 38:14-23). A Sedequías lo hicieron presentarse ante el rey de Babilonia, donde presenció la ejecución de sus hijos y todos los príncipes de Judá. Nabucodonosor le sacó los ojos a Sedequías. Ciego y atado con grillos fue llevado a Babilonia donde fue puesto en la cárcel hasta el día en que murió. (Jer 52:1-11). La evidencia de la destrucción de Jerusalén (Jer 52:12-16; 2Re 25:8-21; 2Cr 36:17-21; Jer 39:8-10). Nabuzaradán, capitán de la guardia, quemó la casa de Jehová, y la casa del rey, y todas las casas de Jerusalén y todo edificio grande tal y como Jeremías había predicho (Jer 22:7). Jeremías escribió: “Cumplió Jehová su enojo, derramó el ardor de su ira; y encendió en Sion fuego que consumió hasta sus cimientos.” (Lm 4:11).