Historia de la declaración de la renta

Historias de la economía - Un pódcast de elEconomista - Lunes

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Hacer referencia al IRPF, o al Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, es hacer referencia a uno de los tributos más importantes y más conocidos de España. No obstante, más de 20 millones de personas presentan su declaración de la renta cada año en nuestro país.Este impuesto, tal y como lo conocemos ahora, es relativamente reciente, ya que fue aprobado en 1978. Pero sus raíces, en España, están mucho más atrás. En concreto, hay que retroceder hasta mediados del siglo XIX. Es una época convulsa, repleta de cambios, que se puede apreciar en fenómenos como el de la industrialización, la revolución burguesa o un incipiente sufragio universal, que daba sus primeros pasos.A esta metamorfosis social no iba a ser ajena la economía. Había políticos en el Antiguo Régimen que ya estaban presionando para unificar la infinidad de impuestos de todo tipo que había en España. Y es en 1845, con la aprobación de la Constitución de la monarquía española, cuando se introduce el primer sistema tributario general. Esta reforma fiscal estaba impulsada por el ministro de Hacienda de la época, el asturiano Alejandro Mon, junto con otras figuras como Juan José García Carrasco, su predecesor en el cargo, o el militar Ramón de Santillán, que acabaría convertido en el primer gobernador del Banco de España.La simplificación y modernización que llevó a cabo del sistema tributario, que puso a España en la vanguardia entre los países de su entorno, y cuya sombra perdura hasta nuestros días, destacaba por la simplificación del abanico de impuestos existentes, y por extenderlos a toda la población.Tributos clásicos, algunos tan populares como los diezmos o las alcabalas, pasaron a mejor vida. Otros, igual de pintorescos, como los impuestos a la sal, a las minas o a los títulos, aún perduraron. El objetivo de Mon y sus colaboradores era eliminar las barreras al crecimiento económico.Con estas bases asentadas, se profundizo en la idea de extender los impuestos a toda la población. Por ejemplo, en 1870 se impulsa el impuesto de cédulas personales, y poco después el repartimiento municipal.Ya en el siglo XX, y siguiendo la misma línea, José Calvo Sotelo, con el apoyo de Ramón Gómez de la Serna, sienta las bases de la Ley de Reforma Tributaria, allá por 1926. Sin embargo, la dictadura de Primo de Rivera no logra ponerla en marcha.Sin embargo, sirve de referencia para que, ya en la II República, se aprueba el que podría considerarse como el primer impuesto sobre la renta. Se trata de la Ley Carner, nombre que hace referencia al ministro de Hacienda de la época, y que se conoció como la 'contribución general de la renta', que entró en vigor en 1933. Solo tenían que presentarla unas 5.000 personas, ya que tenía un mínimo exento de 100.000 pesetas anuales, que era una cifra más que importante para la época. Y, aun así, solo lo hicieron 3.000. Por si fuera poco, su periodo de vigencia tampoco fue excesivo, ya que tras la Guerra Civil desapareció. Pero fue un precedente para lo que vendría después.Hay que saltar a 1977, ya tras la dictadura, y en el marco de los Pactos de la Moncloa, para sentar las bases del sistema tributario moderno, en vigencia hasta nuestros días. Estaba impulsado por Francisco Fernández Ordóñez, ministro de Hacienda de Adolfo Suárez, que no estaba nada satisfecho con el impuesto general sobre las personas físicas existente, ya que consideraba que ni era un impuesto, ni era general, ni era sobre la renta.Así, en 1978, y con un amplio consenso político, nace el IRPF moderno. Contaba con 28 tramos, lo que lo hacía mucho más complejo que en la actualidad, cuando solo tenemos 6, y el gravamen llegaba a alcanzar el 65,5%. En este caso, era obligatorio presentarlo para las personas que cobrasen más de 300.000 pesetas, una cifra ya más asumible, que obligó a desplegar importantes campañas para crear una cultura de la contribución....

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