La estafa piramidal que esquilmó a estrellas de la NFL

Historias de la economía - Un pódcast de elEconomista - Lunes

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Hace mucho que el deporte dejó de ser un simple entretenimiento, una alternativa de ocio, para convertirse en una industria, un auténtico negocio, que mueve miles de millones cada año. Los protagonistas, los profesionales, se han beneficiado con sueldos millonarios, que ha impulsado la aparición de una gran cantidad de ricos.Se da la circunstancia de que, el extraordinario aumento de ingresos de los deportistas no evita que estos acaben arruinados. En concreto, un reportaje de hace algunos años destacaba que dos de cada tres jugadores de la NBA quiebra a los cinco años de retirarse, mientras que, en el caso del fútbol americano, el porcentaje era mayor, y el tiempo más corto.Pese a que pueda sorprender, que alguien que ha ganado millones de dólares en cinco o diez años de carrera pueda perderlo todo, son muchas las características que ayudan a entenderlo. Hablamos, en muchos casos, de gente sin estudios, sin ninguna educación financiera, y que administran fatal sus finanzas personales. Que tienen estilos de vida extravagantes y lujosos y gastos desproporcionados. Y que además fían sus finanzas a asesores sin suficiente experiencia o conocimiento que acaban dándoles malos consejos de inversión.Pero, además, también tienen otro problema: su fama y su fortuna les convierten en las víctimas perfectas para los fraudes y las estafas financieras. Y eso lo sabía Kurt Branham Barton, que diseñó un esquema ponzi con el que esquilmó a decenas de jugadores y exjugadores de la NFL.Desde una perspectiva económica, los deportistas de élite son considerados por algunos estafadores como las víctimas perfectas. Gente que gana una gran cantidad de dinero en poco tiempo, no tienen los conocimientos más básicos de finanzas, son propensos a tomar malas decisiones de inversión, confían en exceso en asesores externos... y además son famosos.Kurt Branhan Barton era un inversor de Austin, Texas, que acudía con frecuencia a la televisión local, donde se le presentaba como experto inversor, licenciado en la Universidad Estatal de Colorado. En 2005, y con esa fama (aunque después se descubrió que nunca había terminado la carrera), se acercó a su amigo personal Ty Detmer, exjugador de fútbol americano, con una destacada carrera, sobre todo en su etapa universitaria. Y le presenta la empresa que había lanzado, Triton Financial, un vehículo de inversión con el que prometía grandes rentabilidades.A su amigo le convence, y juntos empiezan a captar clientes. Empezando por otros exjugadores de la NFL, que también viven en Austin o en su entorno, como Earl Campbell, Jeff Blake o David Akers, que no solo invierten en la compañía, sino que además se incorporan a su organigrama, como una especie de embajadores.La presencia de gente conocida y respetada por la comunidad, y el patrocinio de importantes actividades deportivas, aunque muchas de las cuales, como se descubrió después, nunca llegaron a ser pagadas, atrajo a muchos inversores. Luego, las promesas de grandes rentabilidades, basadas en inteligencias apuestas alternativas, como empresas en dificultades financieras, aseguradoras, préstamos cortos o propiedades inmobiliarias, hicieron el resto.Más de 300 personas confiaron en Triton para gestionar sus inversiones. Incluyendo a miembros de su propia familia, líderes empresariales, otros jugadores de la NFL o integrantes de su comunidad religiosa, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.Barton presentaba a los inversores, de forma puntual, el estado de las cuentas de la empresa y de las inversiones. Aprovechaba esos eventos para pedirles inversiones adicionales, por ejemplo, para adquirir empresas en mala situación financiera que serían apuestas muy rentables.Algunas de las ideas de inversión eran buenas, como un plan para abrir 100 concesionarios de coches. El problema es que solo llegaron a inaugurar uno, porque no...

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