La estúpida idea americana para luchar contra la inflación
Historias de la economía - Un pódcast de elEconomista - Lunes
En 1974, el trigésimo octavo presidente de EEUU, en un solemne discurso a la nación, declaró la guerra a la inflación y la calificó como el número uno de los enemigos públicos del país. Gerald Ford, el hombre de paja de Nixon, tenía un plan y no se iba a quedar solo en palabras. Lanzó una de las mayores campañas de marketing político de la historia para doblegar los precios. Por supuesto, terminó en fracaso.La inflación en EEUU, por primera vez desde la II Guerra Mundial, superó el 12%, el paro comenzaba a golpear a las familias y la economía estaba inclinada sin remedio hacia una dura recesión. Las consecuencias del embargo petrolero de los países árabes de 1973 todavía hacían cimbrear los cimientos de la primera economía del mundo.Los problemas económicos habían dado carpetazo a la Guerra de Vietnam. La expansión del comunismo pasó a un segundo plano. Y la subida de precio era la principal preocupación de las familias estadounidenses. Gerald Ford llegó a la presidencia de EEUU en agosto de 1974, en plan paracaidista, tras la salida por la puerta de atrás de la Casa Blanca de Richard Nixon, por un asuntillo de espionaje, que ha pasado a la historia, como el caso Watergate.El nuevo presidente necesitaba un golpe de efecto, para romper con las malas noticias económicas. Todo el equipo de Ford estaba volcado en presentar un paquete de medidas anti-inflación. Dos meses después de asumir su nuevo cargo ya tenía un plan económico y, lo que es mucho mejor, un eslogan político espectacular. Su estrategia política iba a recaer sobre la campaña WIN (Whip Inflation Now), algo así como “azota la inflación ahora”, en sentido literal, y, algo así como el Yes, We can de Obama, para el spin doctor de turno del ala oeste de la Casa Blanca de 1974.Los asesores de comunicación y los publicistas de la época se pirraban por un acrónimo resultón. En el plan de Ford, había alguna medida seria, con el claro objetivo de contener el gasto de las familias y empresas para doblegar la dichosa inflación. Hablamos de subidas de impuestos para compañías y grandes fortunas. Así como recortes obligatorios en las importaciones de petróleo, decisiones dolorosas para un republicano, pero todo valía para luchar contra el monstruo de los precios. Pero el protagonismo se lo iba a llevar el espíritu WIN.